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viernes, 28 de junio de 2013

Descendencia

Al día siguiente de ver cómo el mundo se congelaba mientras yo tentaba a las truchas en uno de los incontables ibones del Pirineo, ya de vuelta a casa, tenía planeado un alto en el camino para visitar a los barbos.


El río llevaba unos días bajando con caudales bastante altos (en torno a 70 m³/s) debido al deshielo tardío y abundante que estamos teniendo este año. Pero el asunto se me había puesto algo más favorable ese día, ya que el caudal había bajado a la mitad. Seguía siendo relativamente alto para pescar cómodamente pero por lo menos iba a poder ver a los peces que estuvieran más orillados y en aguas someras.

Y tanto que los vi, en gran cantidad. La pega para mi objetivo de pescarlos era que estaban concentrados en otra cosa. La ventaja para el objetivo a largo plazo, el seguir pescándolos muchos años, es que lo que pasaba es que se encontraban en plena freza. Así que no quedaba otra que relajarse, posicionarse, y observar este maravilloso espectáculo de la naturaleza. Aprovechando lo absortos en su tarea que estaban, logré acercarme a unos 3-4 metros de ellos (estando totalmente erguido) y grabarles en vídeo.


Espero que disculpéis la baja calidad del vídeo. Por un lado el equipo no es demasiado bueno (es mi cámara digital "de batalla" para ir al río) y por otro para que se viera algo tenía que poner mis gafas polarizadas por delante del objetivo [Edito el 30/6/2013: acabo de ver el vídeo tal y como está colgado y he podido comprobar que ha perdiddo mucha calidad por el camino, y eso que no andaba sobrado. Lo he colgado en youtube, y está un poco mejor. El enlace, AQUI]. Además lo que se ve no es la freza en sí, sino sólo el cortejo y agrupamiento de algunos ejemplares. El "momento álgido" sólo pude verlo justo en los momentos en los que no me encontraba grabando. Parece que no actúan si no cobran.

La mala noticia es que como resultado de las grandes riadas que se dieron en las cabeceras pirenaicas solamente un día después (en este punto se llegarían a alcanzar más de 600 m³/s) todas esas puestas se malograron. Pero esto tampoco es una catástrofe. Los barbos, que seguro que siguen en el río en su mayoría, tendrán un nuevo periodo de freza el año que viene, y el siguiente, y el siguiente y... Incluso no hay que esperar tanto.

Hace unos años leí el artículo de Oliva-Paterna et al. (2007): Estrategias reproductoras de Barbus graellsi y Chondrostoma miegii (Pisces, Cyprinidae) en el río Cinca (NE Penísula Ibérica) Estos investigadores observaron que, en periodo reproductor (junio), los oocitos de las hembras de barbo se encuentran en tres estadios diferentes de madurez. Esto pone en evidencia que realizan varias puestas espaciadas en el tiempo dentro de un periodo de freza. Y eso, claro está, supone una ventaja en medios tan fluctuantes. Nadie debe extrañarse por estos datos: la selección natural lleva milenios seleccionando a los individuos mejor adaptados a las variaciones de caudal bruscas que se suelen dar en estos ríos coincidiendo con la época de freza. Esto es especialmente esperanzador si además tenemos en cuenta que los barbo no se han visto sometidos a la gestión del "cisternazo" que sí han sufrido las truchas y podemos estar seguros de que prácticamente todos los individuos presentan estas adaptaciones.

Quién sabe. Quizá ahora mismo los alevines salidos de huevos puestos en la última semana, después de las riadas, esten nadando en ese río. Que tengan suerte.

Un saludo y ¡buena pesca!

jueves, 20 de junio de 2013

La riada del renglón

Estos días las riadas vuelven a estar de actualidad debido a que el río Ésera ha sacado a relucir sus escrituras para recuperar los dominios que le ha arrebatado el hombre en el último siglo. Afortunadamente no ha habido que lamentar daños personales. Mi análisis de esta crecida lo publicaré (si lo hago) otro día. Hoy vengo a contaros una crecida de hace muchos años. 247 para ser exactos. Y podemos serlo porque se produjo tal día como hoy (20 de junio) en 1766.

Actual presa de Mezalocha, de 1896 (foto de @soydearagon)
Las causas de esas riadas son completamente diferentes. Mientras la de esta semana está causada por la combinación de un deshielo muy abundante y tardío, la que quiero recordar hoy se produjo por la rotura de la presa de Mezalocha (tema este de la rotura de presas y sus riesgos asociados que también está de actualidad) La riada debió ser brutal. El testigo de la misma se encuentra en mi pueblo, Muel (Zaragoza), en una placa de cerámica (producto emblemático de la localidad)

Placa testigo de la altura alcanzada por la riada (foto de manumrm en panoramio.com)

En ella reza la inscripción "El año 1765 [la fecha no concuerda con las referencias históricas] inundó el Huerva esta Ermita hasta el presente renglón" Imaginaros la admiración con la que miraba yo esa placa en mi infancia, ya que el mencionado renglón se encuentra a una altura aproximada de 1,70 metros. La ubicación, dentro de la Ermita de la Virgen de la Fuente, monumento decorado con pinturas del genial Goya (que era natural de Fuendetodos, pueblo situado a escasos kilómetros de Muel). Curiosamente, la ermita está construida sobre otra presa y los sedimentos que la colmatan: la presa romana de Muel, que data del siglo I a.C.

Ermita de la Virgen de la Fuente y presa romana, en Muel (foto de Rosaflor en panoramio.com)

Este enclave dista de la presa de Mezalocha unos 5 kilómetros, distancia que la ola provocada por el colapso de la presa recorería con gran estruendo y dejando tras de sí un reguero de destrucción. Al llegar a Muel el Huerva caería en un salto impresionante desde la coronación de la presa romana.


Seguramente la avenida afectaría al resto de poblaciones de la ribera baja del Huerva, incluyendo Zaragoza, aunque no he encontrado información acerca de daños o número de víctimas.
Esta tragedia, de la que se cumplen casi 250 años, es un ejemplo de lo que puede pasar en localidades situadas aguas abajo de presas, que se convierten así en una espada de Damocles que pende sobre el futuro de los habitantes.

Saludos a todos

lunes, 17 de junio de 2013

Frozen

Congelado, así me encontré el ibón que elegí hace casi un año para empezar mi temporada de alta montaña. Cuando aquella trucha se perdió en el esqueleto de un pino hundido me conjuré para volver aquí lo antes posible.


Congelado me quedé cuando en la primera exploración visual del ibón aprecié una sombra de buen tamaño rondando la zona de desagüe. Desde una posición tan elevada era imposible conseguir una posada convicente, así que me tuve que limitar a ver cómo nadaba con parsimonia. Una vez fuera de vista había que darse prisa: era necesario alcanzar una posición más favorable antes de que volviera. Porque seguro que volvía. En lo ibones siempre lo hacen, siguen un recorrido que repiten una y otra vez.


Cuando volvió me pilló congelado, haciendo el indio (como en las películas, acechando cuerpo a tierra). Cualquier movimiento desafortunado podía dar al traste con la captura En este caso se posicionó en el mismo desagüe mirando al ibón, esperando que la ligera corriente le trajese la comida. Solamente el ver cómo progresaba tranquilamente habría justificado la subida hasta aquí. Pero aún así tenía que intentarlo. Había que lanzar la mosca a esa preciosa trucha. Y lo hice, como a un metro por delante de ella. Mi pulso se congeló en el momento en que empezó a mover lentamente, elegante, hacia la imitación. Incluso el tiempo pareció helarse, haciendo de ese segundo toda una eternidad. Pero al fin abrió la boca y tomó la mosca.


La segunda y última captura tuvo lugar en el extremo opuesto del lago, en el torrente de entrada. Allí, entre la espuma, asomaba la cola de una trucha de buen tamaño. Me recordó a las carpas amorradas en el fondo, de las que sólo la cola asoma de la nube de fango que levantan mientras buscan comida.  Eso me ha obligado a cambiar de mosca, con una seca ahí poco podía hacer. En cambio una ninfa de cabeza dorada seguro que me solventaba la situación. Y así fue, al primer lance. Cuando vi la ninfa salir de entre la espuma vi que la trucha venía detrás. El ataque fue despiadado, lo que ayudó a detectar la picada y facilitó el clavado.


Como curiosidad diré que podría decirse que cualquier imitación habría servido ayer para engañar a las truchas: nada más empezar la pelea con esta segunda trucha otra subió desde las tinieblas del fondo hasta la superficie para atacar ¡una ramita de pino!


Quién sabe, quizá fué la trucha del año pasado -la que se perdió en el pino hundido- que quería señalarme que estaba allí, haciéndome la burla e incitándome a volver de nuevo. No lo sabremos, pero volver seguro que vuelvo.

Saludos y ¡buena pesca!

miércoles, 12 de junio de 2013

King Kong

Todos conocemos el argumento de la película de King Kong, ya que es un verdadero clásico del cine. No hace falta siquiera haberla visto. Hace unos días vi un reportaje sobre la película en televisión y me paré a pensar en posibles lecturas de la historia del simio gigante.


Tras una búsqueda en internet vi que suele ser considerada como una versión del mito de "la bella y la bestia", pero la verdad es que esa no es precisamente la lectura que a mí me vino a la mente. Yo creo que en el fondo también habla de lo que ocurre cuando el hombre moderno quiere disponer de la naturaleza a su antojo para explotarla económicamente. Y es que el resumen de la historia podría ser el siguiente:
Un animal salvaje vive tranquilamente en su medio natural. Unos hombres consiguen capturarlo y llevárselo de allí. En torno al animal se crea una industria de entretenimiento destinada, como todas las industrias, a generar dinero. Una vez fuera de su medio, el animal escapa y provoca cuantiosos daños, muchísimo mayores a los beneficios que reporta. Entonces el animal, que se ha convertido en un problema es eliminado.

Actualmente los ecosistemas de todo el mundo sufren los efectos de numerosos "King Kong". Por supuesto los acuáticos ibéricos no se libran. Un ejemplo paradigmático es el del siluro (Silurus glanis) en la cuenca del Ebro. En este caso el problema es que sólo se ven los beneficios económicos y no se quieren ver los daños que causa (este voraz depredador desplaza las especies autóctonas provocando una gran pérdida de biodiversidad, que también es riqueza). Por ello tanto ribereños beneficiados como, lo que es más grave, la administración "competente" buscan mantener sus poblaciones y no trabajan por erradicarlo.

 
Acabar con él es prácticamente imposible, no estamos hablando de un ejemplar encaramado a un rascacielos que pueda ser atacado con biplanos. Pero sí que habría que hacer todo lo posible por disminuir su población. En vez de eso se buscan argucias como los "estudios científicos" para justificar la captura y suelta del pez (ver recuadro al margen de la noticia). No sé a vosotros, pero a mí ésto me suena a los pretextos que ciertos países utilizan para seguir matando ballenas. Poderoso caballero es don dinero.

Saludos y ¡buena pesca! (a pesar de todo)

lunes, 3 de junio de 2013

Mi humilde Armada

Hoy os voy a presentar el buque insignia (y único componente en realidad) de mi Armada de pesca. Es un kayak autovaciable monoplaza que adquirí recientemente. La idea es usarlo para acercarme a los "puntos calientes" sin necesidad de caminar tanto por las orillas, demasiado escarpadas y abruptas en muchas ocasiones. Además desde el agua la aproximación a los peces puede ser más sigilosa que en las orillas repletas de gravas que se desprenden en el peor momento.


Ayer no era su estreno, pero sí era la primera vez que encaraba una jornada de pesca a bordo de mi particular "Pequod". Para ello me dirigí al embalse donde vive Moby Dick, principalmente por su pequeño tamaño y porque los colorines de los koi seguro que ayudaban a la localización de los peces desde una postura tan baja.

Pero mi pequeña "Armada Invencible", al igual que la histórica, no estaba pensada para luchar contra los fenómenos atmosféricos. Rachas de viento de hasta unos 50 Km/h complicaban tanto la maniobrabilidad como el lanzamiento, convirtiendo la jornada en toda una odisea, sobretodo durante el trayecto de vuelta al coche, de cara al viento. Si a la dificultad para lanzar unimos que los pocos peces que vi estaban entre vegetación sumergida (juncos, tamarices y pequeños álamos) y los consiguientes enganchones, comprenderéis que la tarea de clavar un pez parecía poco menos que imposible. Eso sí, como imaginaba, el acercamiento que permite es alucinante ¡casi los podía tocar con la punta de la caña!

Os pongo un vídeo para que os hagáis una idea de lo que suponen vientos de 50 Km/h. Toda una odisea en la que ganar cada metro de agua costaba innumerables salpicaduras al cortar las olas y un esfuerzo hercúleo. Pero al fin y al cabo es una aventura entretenida que compensó la carencia de pesca.


Un saludo y ¡buena pesca!