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sábado, 18 de agosto de 2012

La trucha y el pino

Veraneo en Benasque (Huesca), en el extremo nororiental de los Pirineos aragoneses. Y eso en mi caso quiere decir pesca en ibones, esos maravillosos lagos de montaña excavados por los glaciares hace miles de años.

No hay nada como madrugar para subir por la montaña antes de que salga el sol imaginando los lances que esperamos que se sucedan al llegar a la lámina de agua. Después de la subida llegamos al reino del pino negro, ningún otro árbol de entidad se atreve a crecer a estas altitudes, justo cuando el astro rey asoma por entre las crestas de las montañas que nos rodean.


Estos lagos son rincones de inigualable belleza. Sólo aquí podemos pescar mientras observamos las cimas más altas de la cordillera, donde los últimos glaciares se resisten a asumir el triste destino al que la acción devastadora del hombre sobre la Tierra les condena. Sólo por eso ya merece la pena subir hasta aquí. Máxime cuando tenemos una buena compañía a la que poder enseñar estos lugares que tantas veces has pisado con anterioridad. Así, la pesca se convierte casi en algo secundario.


Pero siendo sinceros, para algo hemos subido hasta aquí. Y por ello, bien armado con las polarizadas, hay que empezar a explorar la superficie del agua. El corazón se pone a mil por hora cuando descubres varias truchas de buen tamaño buscando comida cerca de la orilla y subiendo lentamente a cebarse cuando la encuentran. Éste es un ibón pequeño, y sé que no hay muchas oportunidades. Son pocas las truchas que voy a ver y breve el periodo de actividad antes de que los turistas lleguen a sus orillas para bañarse. Por eso cuando tras dos rechaces en el último momento una muy buena trucha se decide por fin a tomar el engaño la adrenalina llena el torrente sanguíneo y el pulso se acelera todavía más. La trucha juega en casa, y sabe perfectamente a dónde ir. El esqueleto de un pino es un excelente perdedero al que sabe dios cuántas veces se habrá dirigido desde que nació.


No toqué escama, pero eso no desmereció la jornada. Con un poco de suerte el año que viene podré volver a cruzarme con la trucha del pino y, quién sabe, ganar el pulso.

¡Saludos y buena pesca!

2 comentarios:

  1. Todos los peces juegan en su terreno, pero la visita sin duda, ya merece la pena.
    Son lugares mágicos en los que la pesca pasa a un segundo plano. Y más si se lleva a alguien a quien se le muestra esta maravilla.
    A pesar de la distancia, gracias por enseñarnos esos lugares con tanto encanto y espero que en la próxima ocasión, el pino se le quede lejos a la trucha.

    Saludos

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    1. Gracias por la visita y el comentario, compañero. Aunque no sea lo más deseable, da igual que la trucha vuelva a encontrar la salida en torno al pino. Son gajes del oficio y entran dentro del "contrato" del pescador. ¡Saludos!

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