Una vez en el destino elegido te das cuenta de que la situación no era tan perfecta como parecía. El viento, no demasiado fuerte pero sí insistente y helador, te lleva a buscar las orillas más abrigadas. Allí el sol tiene más opciones de calentar el agua sin que ésta se vea continuamente agitada por el viento. Días así, en esta época del año, son verdaderamente difíciles. Son días en que toca desgastar suela, patear kilómetros de orilla, con el equipo preparado para lanzar ante la primera evidencia de vida. En el mejor de los casos podremos observar algunos peces que hayan emergido de las profundidades para aprovechar ese regalo que es el sol de invierno.
Eso en el mejor de los casos. En otros, como el que nos ocupa, ninguno de nuestros amigos con aletas ha juzgado el sol como merecedor de una subida a la superficie, así que ninguno habremos podido ver y mucho menos tentar. Pero ni mucho menos éste es el peor de los casos. Esta vez has podido volver a sentir la emoción de esperar encontrar una carpa soleándose en la siguiente récula al abrigo del viento, a sentir el aire fresco, puro, hinchar tus pulmones, a oir el maravilloso sonido de las olas batiendo la orilla. Y mucho mejor, has notado en tu piel el suave sol de invierno, que no calienta el cuerpo pero sí el alma cuando descubres, al ver tu sombra en el agua, que has vuelto allí.
Así es Jorge, como la vida misma ...
ResponderEliminarSaludos
Son días duros, pero hay que ir. Lo necesitamos. Un saludo compañero
EliminarMe quedo con tu último párrafo Jorge. Es cierto que es difícil pescar un pez en esta época, aunque depende de la zona hay más posibilidades, pero es lo que tú dices, salir de casa y respirar, con la caña en la mano, aunque no pesques nada, llegas a casa lleno de energía positiva.
ResponderEliminarMe das envidia, en el valle llevamos días sin ver el sol.
Un abrazo
Pues sí, aunque no pesquemos el simple hecho de ir ya nos reconforta. Tú no te quejes del valle que luego, con el buen tiempo, tu sales casi todos los días y soy yo el de los dientes largos :-P
EliminarUn abrazo
Lo cuentas como es!! Pero si no salimos en en invierno que nos queda??? Preciosa imagen la de la sombra. Me En canta amigo!!
ResponderEliminarMuchas gracias. Hombre, nos quedaría montar y montar y montar... pero hasta de eso se aburre uno ya, ¿no? Saludos
EliminarEl vicio es más poderoso que el frío, el viento, .... siempre se tiene la esperanza de encontrar algún despistado que haya emergido para tomar el sol. Bonito relato amigo. Un saludo.
ResponderEliminarDesde luego que lo nuestro es puro vicio, una auténtica adicción. Por eso, aunque no hayamos podido dar con ningún despistado, siempre volvemos con la sensación de que el viaje ha merecido la pena. Saludos
EliminarEs difícil aguantarse las ganas. Yo anduve primero a los siluros en el Tiétar, más por pisar agua que por ver a los monstruos. Mañana me queda el torpe consuelo de ir a investigar una charquita intensiva que tiene una piscifactoría de trucha ecológicas en Guadalajara. Pero nada es igual a las ganas de río. Como tu, tengo muchas ganas de tocar truchas salvajes y barbos rabiosos...
ResponderEliminarLas ganas van in crescendo, y aunque el verse uno allí ya reconforta, no sé qué va a ser de mi si no siento el tirón de uno de esos maravillosos peces al otro lado de mi línea. De verdad, no respondo ;-) Un abrazo
Eliminarinfra quadraginta dies ire
ResponderEliminarWow, William! This is the first comment written in Latin in my blog. To be honest, I needed google translator to figure what did it mean. Definitely yes, we'll be there in forty days or, hopefully, before.
Eliminar