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martes, 27 de agosto de 2013

La mariposica de Basurto

Cuando hace unas semanas el compañero Ferrán escribió su repaso a la Historia de la pesca con mosca (Pesca a mosca, moda ¿esnob? parte I y parte II) se despertó en mí la curiosidad por la obra "Diálogo del cazador y del pescador" escrita en 1539 por Fernando Basurto. Una primera exploración por la red me llevó a encontrar algunos enlaces a transcripciones de una parte de la obra, el "tratadico de pesca". A pesar de que esta entrada está motivada por el contenido de este tratadico puede que os interese saber que en la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza disponen de algunos ejemplares de la edición anotada, con introducción, de Alberto del Río Nogueras (ISBN 84-86856-29-9). Y si esto os interesa, seguramente os gustará saber que he digitalizado en pdf la obra y me he decidido a compartirla (pinchad en la imagen). Advierto de antemano que comparto esta obra sin ningún tipo de interés económico, sólo divulgativo, y tras cerciorarme de que la obra está descatalogada. Recuerdo además que este blog está bajo una licencia de Creative Commons. Si los titulares del copyright ven problema en este hecho, les ruego me lo comuniquen y retiraré de inmediato el enlace y borraré el archivo de la red.

Portada de la edición de 1539 del Diálogo del cazador y del pescador

Tras esta introducción os diré que, además de los pasajes destacados por Ferrán sobre el montaje de moscas artificiales y la alusión al uso de las alaicas (hormigas aladas) como cebo para la pesca, lo que más me llamó la atención fue la mariposica a la que Basurto hace referencia en los capítulos tercero y cuarto de su tratadico (no los transcribo aquí para no alargar demasiado la entrada, pero los encontraréis en las páginas 68-70 del libro)

Cuando lo leí pensé que sería algún tipo de leyenda, ya que nunca había oído, leído ni visto nada acerca de esta fabulosa criatura. Hasta el otro día. Porque dando un paseo con los amigos junto a la orilla del Ebro en Zaragoza las vi. Cientos de efémeras blancas revoloteaban alrededor de las farolas y otras tantas agonizaban o yacían muertas cubriendo el suelo a los pies de las mismas. Esta atracción fatal por la luz encaja con el método citado por Basurto para capturar las "avezicas" para usarlas como cebo: "...llevando consigo lumbre y candela, la encendió y puso en un candelero sobre una capa negra tendida junto al agua. Y escondido en el seno de la escuridad, vido cómo las avezicas salían del río y venían desbalidas a la lumbre y se metían tan sin miedo en ella que de quemadas las alas, o a rebueltas unas con otras a los quatro cuernos que tienen, cahían en la capa negra los montones dellas, que en menos de media hora estava cubierta dellas y tan blanca como la nieve." Otro aspecto que encaja con la descripción de Basurto es el color amarillento del cuerpo "Los cuerpos solos de las mariposicas, que son amarillos..." Ese color viene dado por los huevos, que se observan muchas veces ya fuera del abdomen. Lo único que no concuerda es la mención de "quatro cornecicos". No sé a que se referirá, porque estos insectos presentan 2 ó 3 cercos.

Aspecto del suelo bajo una farola. Por no disponer de medios cuando me encontré con ellas, he tenido que coger la foto de El nido del Jilguero

Sabiendo que las mariposicas de Basurto existen de verdad, mi curiosidad necesitaba saber qué especie es ésta que según éste es tan apreciada por mis queridos barbos. Fruto de mis pesquisas acoté las posibilidades a dos especies: Oligoneuriella rhenana o Ephoron virgo. Entre ambas, conocidas por franceses como manne blanche (maná blanco), me inclino por la segunda. O. rhenana presenta tonalidades más verdosas y en el libro Identification Guide of Freshwater Macroinvertebrates of Spain (ISBN 978-94-007-1554-7) aparece una mención explícita a la biología de esta especie que encaja con lo que vi: "durante el vuelo nupcial, los adultos forman enjambres que puden observarse sobre las orillas de los ríos cerca de la luz de farolas y puentes"

Por desgracia he leído que estas mariposicas están en regresión por culpa de la contaminación lumínica. La atracción por la luz les permite detectar la superfice de masas de agua donde realizar la puesta, pero cuando la fuente de luz no es el reflejo de la luna en el agua sino una farola, son muy numerosas las puestas que se pierden sin razón. Desgraciadamente tampoco los barbos, peces a los que según Basurto las mariposicas "vienen a dar mantenimiento", gozan de su mejor momento en el Ebro. No por culpa de las farolas, ni de la menor abundancia del "maná blanco", sino por la competencia y la depredación de especies alóctonas. Pero ésa es otra historia...

Saludos y buena pesca

miércoles, 21 de agosto de 2013

Captura y suelta extrema

¿Hay algo más extremo en la captura y suelta que utilizar un anzuelo sin punta? Porque eso fue lo que me encontré al revisar la mosca después de la primera picada de mi última escapada pirenaica. Una picada seguida de un par de volteretas aéreas y la huida de la trucha. Acto seguido enmendé mi error, como es natural, y por ello sí que pude tocar las escamas de la segunda trucha que aceptó tomar el engaño.


En esta ocasión se hizo buena la máxima de que "al que madruga, dios le ayuda" con dos picadas (lástima la incomprensible falta de punta en el anzuelo de la primera) antes de amanecer. De esta manera, antes de salir el sol ya había compensado el madrugón.

Para capturar la segunda trucha de la jornada necesité al sol como mi aliada. La pintona quedaba fuera de mi vista tras un recodo en una orilla poco profunda, pero su sombra proyectada en el fondo me permitió localizarla y adivinar su progresión en mi dirección. Lancé cerca del saliente y pude ver su sombra dirigirse hacia la mosca inmediatamente después de la posada. Tras unos instantes de espera que se hicieron eternos su cuerpo apareció tras el obstáculo y poco después la mosca estaba ya en su boca. Preciosa trucha a la que la fotografía no hace justicia, pero ya sabréis que no conviene revisar las tomas si queremos causar el mínimo daño al animal y que su recuperación sea rápida.


Poco después tuve la ocasión de ir más allá en lo que a la captura y suelta se refiere. Llegado al punto de la orilla en que un paredón vertical de roca se introduce en el agua e impide la progresión por la misma vi a una trucha asomar tras el último saliente para justo después volverse hacia sus dominios junto al acantilado. Esa trucha era la más grande que he visto nunca en este ibón, y si se ha hecho tan grande es sin duda debido al lugar que ha elegido como cazadero. Allí es difícil que un pescador llegue a presentarle el engaño y si esto sucede y sucumbe a él, la pared será sin duda un buen perdedero donde zafarse del sedal que le priva de libertad. Bien, pues como en los lagos las truchas suelen repetir una y otra vez los mismos circuitos de una manera cíclica, sólo quedaba esperar a que volviera. Eso sí, para evitar proyectar ninguna sombra en el agua y así el ser detectado tuve que hacerlo completamente pegado a la roca. De esta manera la volví a ver doblando el saliente y volviendo sobre sus pasos. En la siguiente pasada mi mosca le esperaba allí. Fue un lance precioso, pero el final no fue el que yo esperaba porque, después de tanta espera, no supe darle tiempo a que cerrara la boca antes de levantar la caña. Mi movimiento delató mi posición y lo último que vi fue a esa majestuosa trucha emprendiendo huida hacia las profundidades.

Con la última trucha decidí que era hora grabar mi primer vídeo subacuático, intentando capturar la magia de ese instante en el que el pez recupera su libertad después de brindarnos unos momentos preciosos. Espero que os guste.


Saludos y buena pesca

sábado, 17 de agosto de 2013

Mundo anfibio

En mi última entrada os contaba cómo los piscardos han acabado con uno de mis paraísos (cuando de pescar truchas se trata) Soy consciente de que ésta es una visión totalmente sesgada u subjetiva. Porque en ese ibón tan alienígenas son los piscardos como las truchas. Si los piscardos han acabado (al menos eso parece) con las truchas, éstas acabaron con numerosas especies autóctonas cuando fueron introducidas en estos ambientes.


Unos días después de visitar el "paraíso perdido" mi afán exploratorio me llevó al ibón que podéis ver en la imagen superior. Salta a la vista que la belleza del enclave bien valía el esfuerzo que lleva subir hasta aquí. Eso sí, desgraciadamente ni una sola trucha movía sus aletas en estas aguas. Desgraciadamente para mí, que subí con la intención de pescar alguna de ellas, pero afortunadamente para la fauna autóctona. Y es que el ibón hervía de vida, de vida anfibia. Los tritones pirenaicos (Calotriton asper) eran los reyes de este lago donde tambíén se podían ver pequeñas ranas bermejas (Rana temporaria) y unos grandes renacuajos negros que no he podido clasificar (se agradece cualquier aportación)




Ésta es la fauna natural de los humedales elevados del Pirineo. Una fauna en peligro por muchos factores, uno de ellos la introducción de la trucha en su hábitat. Por eso, aunque no pescase, esta vez volví a casa contento de no haber visto ni un solo pez.

Saludos y buena pesca

martes, 13 de agosto de 2013

Paraíso perdido

En mi última salida lo que perseguí fue a las preciosas pintonas que pueblan las gélidas aguas de los ibones del precioso Valle de Benasque. Los que me seguís asiduamente sabéis que en este rincón del Pirineo se desarrolla la totalidad de mis jornadas tras las truchas. Esta vez volvía a un ibón que no visitaba desde hace ya unos años, cuando subía acompañado de mi padre. En aquellos tiempos cada una de nuestras incursiones a este lago acababa con alguna captura, nunca hicimos bolo aquí. Por eso quizá, junto a la particular belleza cautivadora del ibón me hizo decidirme para enseñárselo a Laura.


Llegamos allí a la hora justa, en el preciso instante en el que los rayos del sol empezaban a acariciar la superficie del ibón. Se veían numerosas cebas a lo largo de toda la orilla y al aproximarme a ella pude comprobar que un considerable número de pequeñas truchas poblaban las aguas someras. Gran noticia. Ni en sus mejores tiempos se podían ver tantos juveniles que garantizarán el futuro de la población truchera de este rincón. Por supuesto no había ido a por esos pezqueñines, así que empecé a explorar las orillas repitiendo el ritual que siempre desarrollo en estos escenarios.


Conforme avanzaba la mañana y donde debería haber encontrado truchas adultas sólo encontraba juveniles empecé a fijarme en estos. Fue entonces cuando me percaté de que no se trataba de pequeñas truchas, sino de otros peces sin aleta adiposa y con una banda longitudinal, más oscura, en cada uno de los flancos. Mostraban una gran voracidad: cuando posaba mi mosca acudían muchos de ellos a por ella, mordisqueándola de inmediato, pero su pequeño tamaño impedía que llegaran a tomarla entera. Al fin pude hacerme con uno de ellos en el pequeño regato que entra en el ibón, donde decenas de ellos se afanaban por remontar la escasa corriente.


Así comprobé que los cientos de pececillos que ahora poblaban el ibón donde no quedaba rastro de truchas tenían una vistosa y colorida librea, además de presentar tubérculos nupciales en la cabeza, indicando que se encuentran en plena freza. Una rápida búsqueda en internet, ya de vuelta en casa, me confirma mis sospechas: se trata de piscardos (Phoxinus bigerri) una especie de la que había oido hablar pero que nunca había llegado a observar. Al parecer se trata de una especie autóctona en la cuenca del Ebro, pero su uso como cebo vivo (por supuesto totalmente prohibido) ha provocado una importante dispersión más allá de su área de distribución natural.

Desde luego en este ibón no estaba presente hace unos años, lo que me hace pensar que ha llegado aquí traído por algún furtivo, ya sea como cebo propiamente o para ampliar la dieta de las truchas, posibilitando que se críen mayores ejemplares. Pero también he leído que la gran voracidad del piscardo (que como digo pude comprobar al ver cómo atacaban mi mosca) hace que pueda ser nocivo para las truchas ya que se alimentan de los huevos de éstas.

Este ibón dispone de una cuenca vertiente extremadamente reducida, y los aportes de agua llegan por el pequeño riachuelo al que he aludido antes. Esto provoca que la capacidad de reproducción de la población de trucha sea bastante limitada lo que, unido a la depredación de los huevos por los piscardos y la más que segura pesca furtiva, ha conducido a la aparente (y casi segura) desaparición total de las truchas de este lugar. Un lugar al que consideraba un paraíso y que ha desaparecido para siempre.

Saludos y buena pesca

domingo, 11 de agosto de 2013

Escapando de la telaraña

Sí amigos, llevo unos días lejos de la tela de araña que supone la rutina y las obligaciones cotidianas. ¡Qué maravillosas son las vacaciones! Eso sí, para bien o para mal, no he podido estar muy conectado, por lo que los relatos de las jornadas van con un poco de retraso.

La primera fase de las vacaciones, ya pasada, disfruté con mi chica de la paz y el descanso que reinan en su pueblo, una localidad "perdida" en la provincia de Teruel. Mucha paz y tranquilidad, pero con un riachuelo sin vida conocida, por lo que tocó hacer una expedición a un embalse relativamente cercano. Éste es prácticamente nuevo, pocos años han pasado desde la construcción de la presa y ni siquiera lo han llenado todavía (parece ser que están ahora con las pruebas de llenado) Aun así, la masa de agua que retiene ya permite una salida matutina.


Al encontrarse todavía en fase de llenado las orillas son sumamente silvestres: nada de zonas áridas limpias de vegetación, sino plagadas de zarzas, cardos y, en el mejor de los casos, praderas de hierbas altas. No sé vosotros, pero cuando exploro un nuevo destino parece que lo hago fijándome más en lo que rodea al agua que cuando voy a un sitio ya pescado por mí. Quizá sea porque de esa manera, en caso de que la pesca no dé grandes resultados, por lo menos podré haber disfrutado del entorno. Y en esas estaba cuando observé decenas de ejemplares de Argiope bruennichi (araña tigre) esperando a que el desayuno cayera en sus trampas tejidas entre las gramíneas.


Pero la vida salvaje que pude disfrutar en este enclave no se reduce a estos fascinantes arácnidos, sino que también sorprendí a grullas, garzas y anátidas en el soto del río que se remansa en este embalse (y que tristemente más pronto que tarde será inundado). Además las trochas abiertas por los jabalíes me facilitaron la tarea de progresar entre la maleza y tuve la oportunidad de observar a un pequeño zorro saltando entre la vegetación, seguramente intentado cazar alguna de las numerosas langostas que pueblan estas praderas.

En cuanto a los pobladores de sus aguas, aunque esperaba que fueran los barbos, e incluso las truchas, los peces que encontraría, únicamente vi carpas en las orillas. Estos ciprínidos considerados "de tercera" (porque se suelen colocar un escalón por debajo de los barbos, ya de por sí considerados "de segunda" tras las truchas) son verdaderamente abundantes aquí, y pude disfrutar de una mañana con abundantes capturas. Eso sí, siempre en tallas pequeñas, más grandes no se veían.



En resumen, encontré un pequeño paraíso rebosante de vida salvaje que, aunque quizá no merezca una salida desde casa (tengo destinos similares más cercanos) sí que me servirá para hacer alguna escapada durante los días que pasamos todos los veranos en el pueblo de Laura.

Un saludo y ¡buena pesca!