Pero al llegar a la casa de Moby Dick el optimismo se ve un poco aguado. Por un agua turbia, muy turbia. Mal empezamos. Tendría que haber pensado de antemano que la caída de 50 litros/m2 en la zona la semana pasada iba a notarse en un embalse de 8 Hm3 al 12%. No le vino mal, ya que subió al 14% ahora que la situación empezaba a ser crítica. Además de la turbidez, la entrada repentina de tanta agua provoca que las orillas estén plagadas de vegetación inundada, lo que dificulta la posada de mi mosca.
Pero los astros estaban alineados de antemano. Aunque la primera koi que se cruza en mi camino sale espantada debido al problema de las hierbas, consigo engañar a la segunda con una imitación de quironómido verde.
Poco después otro ejemplar pica a la misma imitación. Ambas estaban comiendo bajo la superficie, entre las plantas de la orilla, por lo que aunque su visualización no se veía entorpecida por la turbidez, hacerle llegar la mosca en condiciones era muy complicado.
Y después ha llegado el paraíso. Y es que en la cola del embalse se ha formado una especie de bajío con algo de vegetación sumergida. Ésta da estabilidad al fango, haciendo que no me hundiera hasta los tobillos como en ocasiones anteriores. Lo malo, que aquí la turbidez del agua era máxima, pero se compensaba con la poca profundidad (poco más de un palmo) y la alta visibilidad de los objetivos. El resultado, con una ninfa de efémera negra atada a mi bajo y moviéndola con tirones cortos, han sido 4 carpas koi más. Incluido Moby Dick, por supuesto.
El estar en medio de un bajío, totalmente rodeado de agua, dificulta la tarea de tomar las fotos. Pero por lo menos se observa bien la variedad y el colorido de las libreas. Una flipada en colores, literal. Y el tamaño de la cola de Moby Dick. Enorme, tan alta o más que el cuerpo. Os podéis imaginar la pelea que me ha brindado...
Resumiendo, una mañana perfecta, con el reto superado. Habrá que ir pensando en otro. Quizá volver a por Sir Arthur...