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domingo, 7 de junio de 2015

32 de mayo

El otro día decidí pasar mi última tarde con 30 años pescando. Por eso, cuando salí de trabajar agarré el coche y me dirigí rápidamente a un destino cercano del que me habían hablado recientemente. Tocó cambio de especie, ya no eran barbos o carpas, sino truchas, los objetivos.


Nada más llegar tuve un encuentro inesperado. Llevaba deseándolo desde que hace años, cuando en este legendario capítulo de Jara y Sedal vi a Lorenzo Milá y a Rafael del Pozo disfrutando de una jornada en el río Dulce con las moscas de mayo (Ephemera danica) como protagonistas. Pues bien, aquella tarde yo no estaba en el río Dulce, no me acompañaban Lorenzo ni (desgraciadamente) Rafael, y ni siquiera el calendario se encontraba todavía en mayo. Pero ahí estaba, volando frente a mí, un imago de dánica.
A la alegría de encontrarme con esta mítica mosca le siguió la desazón de caer en la cuenta de que en mi caja no encontraría nada parecido a esas grandes moscas que aleteaban por doquier. Como mucho, alguna imitación de lo que podríamos llamar pardón, que decidí atar al bajo por la similitud en el tamaño. A pesar de la presencia de las moscas de mayo revoloteando a ras de agua para realizar la puesta no se observaba respuesta por parte de las truchas. Ni una sola cebada.

Entonces me empezó a acechar la típica duda cuando uno se encuentra en un destino desconocido: ¿no será que no hay truchas? Aun así me propuse disfrutar de ese pequeño río intentando hacer subir alguna pintona de cualquier rincón. Finalmente alguna sucumbió a los encantos de mi "pardón", e incluso vi alguna cebada tímida, demostrando que allí todavía hay vida. El tamaño de los peces resultó limitado, quién sabe si porque es la tónica general del tramo o porque únicamente las jóvenes e inexpertas se dejaron engañar por esa mosca que tan poco se parecía a las naturales que volaban sobre el río. Sin embargo la escapada vespertina mereció la pena. Por tocar escama, por respirar el aire puro de la montaña ibérica y, sobre todo, por el encuentro con las moscas de mayo. Aunque estuviésemos a 32 de mes.


Eso sí, llegué a casa con el firme propósito de esas grandullonas amarillentas no volvieran a pillarme desprevenido, sin imitaciones en la caja. Así que me puse frente al torno y saqué un patrón que espero llame la atención de las truchas la próxima vez. Os la presento aquí, en próximas fechas prometo la receta y el paso a paso.


Un saludo y ¡buena pesca!

6 comentarios:

  1. Pescar por primera vez un tramo siempre es difícil. Sacar algunas truchas ya tiene su merito y a seca más. Esa mosca es preciosa seguro que pesca en alguna eclosión se dánicas. Un abrazo.

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  2. Llegar a un escenario nuevo y encontrarte con la efémera por excelencia tiene que ser cautivador, igual ese día andaban a otras cosas las truchas pero supiste sacarle partido al río. Enhorabuena por la jornada Jorge, un saludo.

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  3. Gracias por los comentarios, compañeros. Espero que tengas razón José Antonio y algún día tenga la oportunidad de pescar... Saludos

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Hola Jorge, interesante entrada.
    Alguna vez he coincidido con una eclosión de Dánicas y ciertamente sorprende el tamaño de estas efémeras.
    Rafael del Pozo nos dejo un legado enorme. Personalmente el hecho de ver su reportajes en J&S me animó a iniciarme con el sedal pesado.
    saludos

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    1. Desde luego es un capítulo de los que crean afición... Un saludo y gracias por comentar

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