Hoy he vuelto a un embalse que está bastante cerca de casa y en que creía que se habían extinguido los barbos. Hacía mucho tiempo que no veía ninguno en sus aguas y ya lo tenía fichado como territorio exclusivamente carpero. La buena noticia es que estaba completamente equivocado.
Las carpas han dado la talla y me han brindado una fantástica jornada. De nuevo la
pupa de quironómido se ha revelado como una imitación totalmente irresistible para los peces. A poco que la presentación sea correcta ( y en este punto el viento era el mayor enemigo) raro es el pez que rechaza esta mosca.
Al viento hay que añadir que las carpas estaban concentradas en la zona de la cola, donde el agua es marcadamente más turbia. Esto dificulta tanto la localización de los peces como la detección de la picada. Pero bueno, no todo el monte es orégano y lo bonito de este deporte es encontrar cada día un nuevo reto que superar.

Cuando ya volvía al coche he visto ¡sorpresa! dos barbos nadando en paralelo cerca de la superficie y bastante alejados de la orilla. La cosa pintaba complicada. Para empezar, una zona de orillas de pendiente acusada cubiertas de cantos que ceden a la mínima. Vamos, que moverse por ese terreno tiene el mismo efecto que meter un elefante en una cacharrería. Sabía que no iba a tener muchas oportunidades, así que había que esmerarse en el lanzado. Con la pupa todavía atada al terminal la clave es posar en la trayectoria de los peces aunque algo adelantado para no alertarlos y esperar que la vean. Uno de ellos se ha adelantado, ha abierto y cerrado la boca y me ha dado una bonita pelea a pesar de que no era de tamaño demasiado generoso.

Lo mejor, más allá de la captura, es descubrir que todavía quedan barbos aquí. Porque después, algo más adelante, he vuelto a ver otros dos. La operación ha sido la misma pero he fallado al clavar, no he esperado a que cerrase la boca. Un error de principiante que ha impedido un doblete barbero. Otro día será.
Lo más triste es que el futuro de esa población de graellsi es bastante incierto. El río acusa mucho las sequías y se seca frecuentemente, complicando enormemente el remonte y la freza. Luego está la presión de pesca. Y lo que es peor, que ésta es ejercida por gentuza totalmente irrespetuosa con el medio. Las orillas están "decoradas" por botellas de agua, cerveza y vino, latas de comida y bebida (incluso una especie de cocido chino he visto hoy), bolsas de plástico, restos de hogueras e infinidad de cosas más. La novedad hoy han sido un par de aparejos que disponían de tubos fosforescentes que se utilizan para pescar por la noche. Ni que decir tiene que eso está totalmente prohibido. Si llenan todo de basura, hacen fuego en la misma orilla y pescan fuera del horario permitido, no quiero imaginarme por dónde se pasarán la obligación de devolver carpas y barbos vivos al agua.

Esperemos que sigan adelante a pesar de todo y de todos. No ya por poder pescarlos, sino porque para una especie autóctona que tenemos sería una pena seguir perdiéndola.
¡Saludos y buena pesca!